
Un atardecer de verano en Buenos Aires
19.45hs de una tarde de Enero en Facultad de Derecho. Buenos Aires, Argentina
Sentada en una escalinata veo la gente pasar. «¿Qué será de sus vidas?» Están los runners que le dan un toque flúor a las Avenidas Figueroa Alcorta y Del Libertador. Los oficinistas que cansados del día vuelven a casa. Los que ya están de after office en los bares chic que hay en la zona. Los que pasean al perro escuchando música o mandando un audio de Whatsapp. La policía metropolitana que patrulla la zona a pie y que, con sus chalecos mezcla amarillo-verde flúor, combina con la vestimenta transpirada de los incansables runners. Y yo, que miro la escena como si no fuera parte de ella. Alrededor no tengo a nadie, a excepción de la gente que pasa y me pregunto: «¿Seré la única escribiendo acá?» «¿Qué se esconde detrás de cada una de las pantallas del colapsado mundo mobile?»
El cielo está despejado y la noche va cayendo, aunque aún falta un rato. Las tardes de verano parecen nunca acabar… De fondo, los aviones que salen desde Aeroparque me hacen mirar hacia arriba instantáneamente y comparto en esa mirada el deseo de volver a viajar. «¿Acaso hay algún sonido más seductor que el del avión?» Lo veo y me dejo llevar. Miro la Aerolínea y sueño con estar ahí… «¿Qué estarán haciendo los que están a bordo?» «¿Hacia donde y a qué irán?» Lo pienso mientras veo como desaparece en el cielo celeste oscuro que ya lo acompaña una franja naranja.

Mis ojos siguen observando la escena vespertina que me regala Buenos Aires. Parece que los runners y los ciclistas son los dueños de las tardes en el lugar. La Paris de Sudamérica -como se la suele o solía llamar -está bajo nuevas construcciones en la vía pública y los fotógrafos que fueron en busca de la toma de la tarde se las tienen que rebuscar para encontrar el mejor cuadro. Me sucede a mí también, mientras un ciclista se enoja porque me paré en medio de la calle. No le hago caso y sigo en lo que estaba; mi cámara y la luna llena que empieza a brillar tienen una cita en este momento.
Cayó la noche y empiezo a caminar las veinte cuadras de regreso a casa. Los deportistas siguen con la actividad, ya no hay casi oficinistas de regreso y los bares van recibiendo cada vez más gente que se suma a brindar vaya a saber uno porqué.

Me voy siguiendo por un momento la ruta de un avión que pasa sobre mí. Me voy viendo un cielo oscuro que aún le quedan zonas anaranjadas-rosáceas y me voy pensando que hoy se terminó pero que mañana se vuelve a repetir con la particularidad de ser totalmente diferente al de hoy. Cada atardecer tiene la magia de no ser como el de ayer, ni como el de mañana. Único. Como nosotros.

